Vuelve el fútbol. Las grandes ligas ya han empezado o están apunto. «Ya era hora!» suspirarán algunos con alivio. «Otra vez?» se quejarán otros. Pero todos deberíamos alegrarnos. Es cierto que algunos medios se ponen algo pesados, pero el fútbol es un mal necesario.
El fútbol es el espectáculo con más seguidores en todo el mundo. Nos incita al consumismo, cosa que como ya hemos comentado en alguna otra ocasión es imprescindible para que podamos mantener nuestro nivel de vida. Además, produce héroes, imágenes de esfuerzo, de dedicación, grandes modelos para los niños.
Pero no todo el mundo tiene una visión tan positiva del «deporte rey». Dicen que el fútbol es una distracción que impide que la población se preocupe por los problemas realmente importantes, como la pobreza, la crisis, la deuda pública, el terrorismo, la reforma sanitaria, la reforma laboral o la progresiva pérdida de los valores sobre los que la sociedad se asienta. Que los grandes poderes lo utilizan para anestesiar la opinión pública permitiéndoles así ejecutar sus estrategias con total impunidad.
Hoy quiero denunciar la falsedad de esas afirmaciones. Preocuparse por el resultado de su equipo o tener una charla con amigos no va a impedir que la gente se preocupe por los problemas reales de la sociedad, aparte de los cerebros al estilo Homer Simpson en los que cuando entra un nuevo conocimiento, otro debe desaparecer para hacer sitio. Pero estos son una minoría.
Es cierto que hay una parte muy importante de la población, que nunca se preocupa de los problemas reales. Una gente para los que no parece haber nada más importante que el fútbol (y en menor medida otros deportes). Pero sería engañarnos pensar que si el fútbol no existiera ellos tendrían largas discusiones sobre las razones reales de la crisis o las medidas estructurales que el gobierno debería aplicar. Ellos no lo saben. Ni les importa. Son el mismo tipo de gente que acudía al circo romano e idealizaba a los gladiadores. Es la gente que acudía con morbo a los ahorcamientos públicos en la Edad Media. Son los que leen «The Sun», ese periódico orgulloso de mostrar en su página 3 a una jovencita con el busto al aire y que publica noticias exageradas o simplemente falsas (periódico más leído en UK). La democracia participativa es una ilusión, y esta gente , como la mayoría de nosotros, no tiene el conocimiento para opinar sobre esos temas.
No me entiendas mal. No estoy despreciando a esta gente. Son una parte esencial en nuestra sociedad, ya que no todo el mundo puede ser doctor o ingeniero. Hay muchísimos otros puestos que deben ser cubiertos. Pero lo cierto es que a ellos los grandes temas les resbalan. Por qué estigmatizar su entretenimiento? Para qué esa constante actitud negativa. Por qué hacerles sentir inferiores por el mero hecho de no estar preparados para discutir los grandes temas con la lucidez de los próceres que pontifican lo que es importante? Otra historia es la de los medios de saturación que se enriquecen inventando rumores y alentando disputas estériles. Pero eso es, precisamente, otra historia.
Cada época tiene su entretenimiento, y deberíamos alegrarnos de que hoy ese entretenimiento transmita ideas de esfuerzo y superación. Podría ser peor.