Hace unos días Ignacio, Vanessa, L y yo decidimos saldar una cuenta que llevaba ya tiempo pendiente. En un arranque de ímpetu decidimos salir a capturar las legendarias y vacías calles de la City en fin de semana.
Siendo ya Abril, confiamos en que el tiempo acompañaría nuestro deambular. Ingenuos…

Puesto que somos londinenses de pro, hace falta algo más que unas cuantas nubes amenazantes para amedrentarnos, así que a pesar del gris perla del cielo, nos dispusimos a cruzar el London Bridge. Esta era la puerta principal de entrada a la ciudad romana, y por muchos años fue la principal defensa de la ciudad: entrada para comerciantes, emboscada para enemigos. Pero al otro lado, en vez de un centinela de la Novena Legión, o un soldado sajón de mirada inquisitiva lo que nos esperaba era el omnipresente símbolo del London Underground.

Como no podía ser de otra manera, llegamos al foro, o lo que en tiempos romanos fue el foro. Hoy ese lugar lo ocupa el histórico Leadenhall Market. Los fines de semana muestra una imagen desierta, casi inerte, pero si se contiene el aliento, se pueden escuchar todavía los ecos de las voces de los financieros que lo atestan de lunes a viernes. O incluso, aguzando el oído, los gritos de los vendedores de pollos del siglo XVI.

En lo alto de los arcos de cada una de las entradas, observador penetrante, el dragón del escudo de armas de la City of London amenaza mostrando sus fauces. Bajo sus alas, la espada roja de San Pablo protector de la ciudad.

A unos pocos metros de allí, una de las más históricas instituciones Londres. No muy lejos de la taverna para marineros comerciales donde nació, la sede central del Lloyd’s of London es uno de los edificios más controvertidos y a la vez más admirados de la ciudad. Presentándose al ojo desconocedor como un horrible amasijo de hierros y tuberías, el edificio está construido de dentro para afuera, con lo que su fachada, en vez de mirar a la calle, mira al espacio interior (y lo se de buena tinta, porque me lo contó un arquitecto).

En este continuo alternar de edificios históricos y obras modernas nunca se sabe cual va a ser el siguiente descubrimiento.

Llegando al Finsbury Circus el día nos regaló unos momentos de sol.


Y el sol siguió luciendo, a pesar de la tenue lluvia.

Como tantos otros viajeros, conocedores de los humores cambiantes del tiempo londinense tuvimos que correr a resguardarnos de una lluvia que ya no era tenue. La recompensa fue ese momento en que el sol resplandece de nuevo reflejándose en el agua.

Aprovechando la ocasión, y sabiendo que nuestro día en la City no iba a durar mucho más nos dirigimos al lugar de la basílica romana, donde hoy se levanta imponente la catedral erigida en honor a San Pablo. Allí algunas hojas tiernas nos recordaron que ya es Abril.


Para quien ha visto las calles atestadas de financieros con prisas, resulta sorprendente ver el espacio vacío en Fleet Street, calle que en otros tiempos atravesaba el río Fleet.



Bueno, vacías de hombres de negocios, pero llenas de turistas con mochilas a la espalda.

Sedientos y cansados decidimos tomar un respiro en una de las muchas casas públicas de la ciudad.

Al salir, una lluvia casi torrencial nos disuadió de seguir descubriendo, con lo que tomamos la sabia decisión de ir a comer. Al terminar, la situación no había cambiado, por lo que dimos el paseo por terminado y nos dirigimos a la vecina localidad de Westminster a discutir la jornada. Como prueba de que Londres siempre tiene una sorpresa guardada, Ignacio nos dirigió a un pequeño local en el que pude comprobar que incluso en Londres, es posible tomarse un buen chocolate caliente.

El resto de las fotos en el set de Flickr.
El mismo paseo visto desde otra lente aquí.