Ayer fui a ver Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Sculls, una reflexión de Steven Spielberg y George Lucas sobre el paso del Tiempo, nuestro derecho inalienable a seguir soñando y las pequeñas cosas que hacen de la Vida un trayecto excitante.
Aviso: este post es largo, y está lleno de espoilers, así que si tienes que hacer algo en menos de cinco minutos o no quieres saber nada del argumento de la película, mejor que vuelvas en otro rato.
Cuando vas a comprar el periódico los Domingos, el precio es superior al habitual. Además, viene con magazines, fascículos y todo tipo de parafernalia. Si eres de los que tira todo el acompañamiento a la basura, debes decidir si el contenido del periódico compensa el precio. Tu decisión se basa exclusivamente en el periódico, independientemente de que venga cargado de un montón de cosas que no deseas. Si lo compras es que consideras que el periódico vale ese precio, porque el valor del acompañamiento es cero.
Con la nueva entrega de la saga Indiana Jones me pasó lo mismo. Habiendo sido informado de que la película era mala hasta decir basta y tras profunda reflexión llegué a la conclusión que escuchar la fanfarria típica de la banda sonora a todo volumen sentado ante la gran pantalla justificaba el precio de la entrada (las tres entregas previas las he visto en la TV). Todo lo demás, vendría de sorpresa.
Supongo que unas expectativas tan bajas influyeron en que, de hecho, la película me gustara. Al ver el sombrero en el suelo, un escalofrío me recorrió la espalda mientras pensaba sin atrever a decirlo «Es él». Y la verdad es que todo funcionó. El ruso grandote me pareció un malo malísimo al que auguré una muerte dolorosa, la mujer protagonista tenía el equilibrio justo entre maldad y fascinación, la trama me pareció interesante, disfruté con las escenas de acción y me reí con los momentos de humor.
Pero es cierto que en un determinado momento de la película parece que los secundarios empiezan a tomar el papel principal y le solucionan los problemas. Da toda la sensación de que Indy ya no está para estos trotes, sobretodo cuando se le ve soplando más que una locomotora vieja en alguna de las escenas. Poco a poco te vas dando cuenta de que estás viendo su última gran aventura. Y es que han pasado 20 años. El sombrero todavía le queda como un guante, pero se le ve fuera de lugar, como si peteneciera a otro tiempo.
El principio de la película es prácticamente un documental que cuenta cómo han cambiado las cosas. Referencias al Rock’n Roll, Eisenhower, La Guerra Fría, la Caza de Brujas, el control de las Universidades, la Bomba Atómica, el consumismo, los suburbios, las familias en tecnicolor.
El Dr. Jones empieza a mirar al pasado con nostalgia, a recordar a su padre y a Brody. Mira con desconfianza a esos jóvenes prepotentes con chapa del FBI, ve perplejo la TV que hipnotiza a las familias, y le lanza una mirada socarrona a la Harley que Matt cuida con esmero (él ha pilotado una BMW, y sabe lo que es una moto). Se mencionan las medallas que ha ganado en servicio, y la película está llena de referencias a Inglaterra (que en USA se identifica con los orígenes), incluyendo el acento cockney típico de Londres que Mac utiliza.
Cuando escuché por primera vez que se iba a rodar una nueva entrega de Indiana Jones, y que Harrisson Ford la protagonizaría me temí lo peor. Pero verle envejecido, sin pretender hacer lo que la edad no le permite es, al contrario de lo que los fans opinan, una grandisima baza. Porque, quien es Indiana Jones? El producto de la mente de Lucas y Spielberg. Indy es ellos, superados por el paso del Tiempo, sorprendidos por una época por la que sienten cierta desconfianza. No los 50, ni el nuevo milenio, cualquiera en general.
La conversación entre el Dr. Jones y el decano «Hay un momento en que la Vida deja de darte cosas y empieza a quitártelas» es de hecho entre George y Steven. Tras darse cuenta de que los buenos tiempos quedaron atrás, George le dice a Steve «por qué no hacemos otro Indiana Jones? como en los viejos tiempos», y a los dos les brillan los ojos. Pero no van a hacer un ejercicio de negación y pretender que todavía son jóvenes. Cuando un roquero se hace viejo, saca un disco acústico donde las letras son lo más importante. Cuando los cineastas se hacen viejos hacen un homenaje nostálgico a lo que fueron buenos tiempos. De ahí que Marion reaparezca, de ahí que la estructura sea muy similar, de ahí ese momento que todos esperábamos cuando el Arca de la Alianza aparece en un rincón.
Pero a la vez que unas puertas se cierran, otras se abren. Indy se da cuenta de que su tiempo de mujeres y aventuras se ha terminado. Y al contrario de quitarle cosas, la vida le ofrece nuevas avenuras, como casarse con la mujer que siempre ha querido y decirle a su hijo «estudia y no pierdas el tiempo en bobadas». Es ley de vida. Hay un tiempo para cada cosa.
Eso si, viejo, cansado, nostálgico, pero el sombrero sólo se lo pone él. Solo él es Indiana Jones.