Una vez más el Financial Times pone las cosas en su sitio. En uno de sus editoriales explica el por qué los peajes son economicamente eficientes y muy recomendables. A la vez critica uno de los más famosos del mundo, la Congestion Charge de Londres, inventada por el pseudo-comunista alcalde de Londres Ken Livingston. Esto puede parecer una contradicción, pero el artículo en cuestión no deja lugar a dudas.
La Congestion Charge es un peaje anti-congestión que los automobilistas pagan para tener el derecho de circular por la zona central de Londres durnate un día laboral. Al principio eran cinco libras, y recientemente ha subido a ocho. El objetivo es reducir la cantidad de automóbiles en las angostas calles del centro de Londres, y rebajar el nivel de contaminación, uno de los más altos del mundo cuando el plan se proyectó.
Los peajes anti-congestión se fundamentan en una idea económica muy sencilla. El espacio en autopistas y calles es limitado. Si una cantidad de coches superior a la que pueden soportar desea circular, el resultado es un atasco. Para que se mantenga la fluidez del tráfico la idea es que cada automobilista ponga un precio a su tiempo. O lo que es lo mismo, los automovilistas se preguntan si el tiempo que se ahorran usando el coche para llegar a su destino vale tanto como el precio del peaje. Si el volumen de tráfico todavía es demasiado alto, se sube el precio. De este modo se asegura que sólo los que valoran su tiempo al menos al precio del peaje van a utilizar el coche.
Este sistema es tremendamente eficiente porque se pone precio a algo que es muy difícil de valorar. Se soluciona el problema del espacio limitado gracias a que se puede comprar el tiempo que uno se ahorra por no haber congestión. Como el articulista dice, las empresas se benefician de ello porque sus trabajadores llegan a la hora, los transportes de mercancias són más rápidos, ahorrando costes etc.
Pero entonces, ¿por qué la Congestion Charge de Londres es «el mayor paso adelante en la implementación de peajes anti-congestión en Gran Bretaña, y a la vez el mayor paso atrás»?
Muy sencillo. Ken Livingston está utilizando la recaudación en mejorar el transporte público de Londres. El mismo autor lo dice «el resultado es que la mayoría de los beneficios van a los pasajeros de autobús y no a los vehículos privados». Es como robarles dinero a los Porsches, Maseratis, BMWs, Aston Martins, Ferraris y dárselo a los pobres que van en autobús. O sea que el peaje anti-congestión se convierte en una herramienta de redistribución de riqueza, y hasta aquí podriamos llegar. Cierto que es Historia de Inglaterra que Robin Hood robaba a los ricos para dar a los pobres, pero el Rey Ricardo estaba en las cruzadas en lo que hoy es Oriente Medio mientras Robin Hood hacía de las suyas, y eso también es Historia de Inglaterra, pero nadie está mandando ejércitos a oriente Medio a reconqiustar Tierra Santa, ¿no?
Según el autor, los automovilistas aceptarán el peaje anti-congestión «si creen que la razón es exactamente esa: reducir la congestión». En resumen, que hay que devolver las carreteras a aquellos que tienen el poder adquisitivo para permitirse circular por ellas. Los demás, los de menor poder adquisitivo, deben «quedarse en casa o ir en transporte público», que evidentemente no puede financiarse con la recaudación del peaje.
Espero con ansia el próximo editorial en el que el autor nos explicará por qué financiar el transporte público con los impuestos pagados por aquellos que no lo utilizan es injusto y algo que debe acabar cuanto antes.