Hay dos formas de usar el teléfono móvil: como todo el mundo o con estilo. En una situación normal (llamémosla de no-estilo), la gente escucha el tono o la vibración, se pone la mano en el bolsillo o bolso, coge el teléfono, lo mira una décima de segundo, aprieta la tecla y responde «si» o «dígame» o «hola». En estos últimos meses he hecho una importante investigación de campo en la City para saber cómo se hace con estilo, cuyos resultados puedo presentar ahora.
Cuando uno usa el móvil con estilo, lo primero es que el tono es ensordecedor. Nada de vibraciones o modos silenciosos. Y nada de músicas pop o de series de TV: tono típico de teléfono móvil (o el ring de los antiguos teléfonos fijos). El volumen asegura que todo el mundo se entera que tu teléfono está sonando, y además da la sensación de que tus llamadas son demasiado importantes como para que las pierdas por no oirlo.
Una vez el teléfono suena, tiene que estar terriblemente escondido. El teléfono tiene que sonar por lo menos diez segundos mientras lo buscas en tu bolso extremadamente lleno de cosas superimportantes, o tus muchos bolsillos, propio de una persona muy ocupada y con una vida social muy rica.
Una vez consigues encontrar el teléfono hay que presionar la tecla de responder y acercar el aparato a la oreja. Esta no es una tarea sencilla y debe hacerse con la mayor coordinación. Todas las personas con estilo son gente muy ocupada, lo que hace que lleven bolsos, maletas, ordenadores portátiles etc, y uno de ellos va siempre colgando del hombro. Nótese que sostener el teléfono con la mano cuyo hombro sostiene la bolsa hace que ésta se deslice. En condiciones normales se usaría la otra mano, pero eso sería la versión no-estilo. Todos tenemos más tendencia a escuchar por una oreja más que la otra. Al tomar el teléfono, hay que asegurarse que la bolsa cuelga del lado de la oreja buena. Así hay que coger el teléfono con la mano opuesta y llevar el aparato a la oreja buena, pasando el brazo por delante del cuello creando una especie de bufanda. Eso crea una impactante situación dinámica que confirma que la persona en cuestión es una persona muy ocupada.
Responder es un momento muy importante. La gente con estilo no responde con un «hola?». Hay que decir el nombre del que llama alto, para que todo el mundo lo oiga: «Juan!». Inmediatamente hay que preguntar algo como «qué tal te va?» o «como estás?», con un tono de voz muy alegre y dinámico, propio de la gente acostumbrada a socializar.
No puedo decir mucho de cómo llevar la conversación, puesto que mi investigación no es todavía suficientemente compleja, pero si puedo decir que es imprescindible seguir andando o haciendo lo que sea que se está haciendo, como si parar cinco minutos te fuera a impedir finalizar todo lo que tienes en tu ocupada agenda.