Hoy he sabido que a una compañera de trabajo le entraron a robar en casa, en West London. Bueno, no entraron exactamente. Y el ladrón mostró unas maneras algo infrecuentes.
El ladrón no aprovechó el fin de semana, ni tampoco la noche. Como es lógico, lo hizo a plena luz del día de un viernes, cuando es seguro que no hay nadie en casa, y tampoco en los alrededores.
Lo curioso del caso es que ni entró por la chimenea (como otros acostumbran a hacer en Navidad), ni por una ventana, ni se descolgó desde el techo. Entró por la puerta. Pero este ladrón tiene buenas maneras, así que antes de entrar tocó el timbre. Al ver que nadie venía a abrirle decidió forzar la puerta.
El caso es que mi compañera estaba llamando por teléfono, así que terminó la llamada y se dirigió a la puerta cuando vio a un hombre intentando forzar la cerradura. Afortunadamente pudo cerrar la puerta con llave desde dentro e inmediatamente llamar a la policía. Más tarde supo que el ladrón había robado al vecino, que evidentemente no estaba en casa cuando le tocó el timbre.
Aparte del susto, no hubo pérdidas materiales ni físicas. La pregunta es: ¿qué hacer al ver alguien de pinta sospechosa (o no) en la puerta? Si no atendemos, pueden asumir que no hay nadie y entrar. Si abrimos, el remedio puede ser peor. Cuando llame el timbre habrá que mirar quien es, y en caso de no querer abrir tendremos que gritar algo así como «ya pertenecemos a la Iglesia de la Cienciología» o «no compramos enciclopedias, aquí leemos la Wikipedia«.
Hay que tomárselo a risa… eso o ir al frenopático de cabeza.